Porque cada experiencia enriquece nuestro conocimiento;
y cada letra encierra una gota distinta del caudal de sentimientos que tiene un escritor.

lunes, 25 de diciembre de 2017

AUSENCIAS

"Te voy a palpar aún en la más profunda oscuridad"
No sabía qué creer. La incertidumbre me devoraba por dentro y aquella desesperación de saberte lejos no me dejaba dormir. ¿Dónde te habías metido esta vez? ¿Acaso no pudiste entender que era necesario tenerte cerca para sentirme vivo, aunque sea por unos segundos? Sé que no debo insistir, sé que no estás a mi entera disposición. Es inevitable no dejar de imaginarte con otras personas, de verte en mi mente bailando y seduciendo a otros mortales sin fortuna como yo. 

Volviste hace un par de días, tan radiante, pero asesina. ¿Te extrañé? Mucho, tal vez inconscientemente al no aparentar tu ausencia. No sabes qué difícil es mostrarle una sonrisa al mundo cuando por dentro me muero en tristeza por no tenerte cerca. En fin, volviste. ¿Te gustó estar con otros? ¿Se siente igual? Lo dudo. Cada ser representa un mundo y un diferente tipo de locura. ¡Ay, cuánto te echaba de menos! Tus caricias mientras dormía y tus ojos llorosos al despertar.

Ahora que regresaste, deseo saber cuánto tiempo te quedarás antes de abandonarme de nuevo. Eres muy importante, ¿sabes? Eres vital para ver el otro lado de la moneda y valorar la compañía de quienes sí me quieren. No me dejes tanto tiempo esta vez. Te voy a sentir, te voy a palpar aún en la más profunda oscuridad. Te voy a tener de la mano al llegar a casa, al dormir, al llorar. ¡Gracias! Aunque dueles, enseñas. Soledad mía, soledad de otros. Soledad constante que te reflejas en lo gris de mis días. 

Esta carta te la escribo a ti, soledad de mi vida.

Con cariño y vehemencia, tu más fiel servidor.

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL ÚLTIMO VIAJE

Después de viajar tanto, me dí cuenta que los kilómetros recorridos no me llevaron a ninguna parte. No quiero decir que no disfruté de cada lugar. ¡Claro que lo hice! Si ustedes pudieran ver con mis ojos y tener en sus retinas tales recuerdos, estoy seguro de que más de uno saltará de esa silla o de la cama de la pura emoción. ¿Tomé fotografías? No. ¿Por qué? Porque los mejores lentes fotográficos son nuestros mismos ojos. Porque el tomar fotografías significa tener que sacar la cámara, enfocar, ser preciso, y todo eso toma tiempo, tiempo valioso que se pierde en lugar de sólo detenerse, admirar, suspirar y seguir el camino.

He visto amaneceres distintos y aún no encuentro aquél que quiero ver todos los días por el resto de mi vida. Es ese sinsabor que te deja en la boca el saber que disfrutaste de un lugar, pero no fue como te lo imaginabas. Y ¡ojo!, que no quiero decir que todos esos destinos sean pésimos, porque sé a ciencia cierta que cualquiera de ustedes se enamoraría al instante de ellos. 

¡Estoy harto! Estoy cansado de seguir viajando. Necesito un respiro, un ¡alto! que me mantenga juicioso y con la cabeza fría para continuar. ¿Cómo dejar de viajar cuando ya tienes los boletos de avión, de tren y hasta de bus en las manos? Necesito desaparecer por un tiempo. Tal vez así limpie mi cabeza de recuerdos y emprenda el último viaje de todos, el definitivo, el viaje a donde me quedaré por el resto de mi vida o lo que me queda de ella. Necesito beber un vaso de agua y respirar.

Te extrañaré y mucho.
¡Sonríe!

miércoles, 22 de marzo de 2017

A PLUMA Y ESPADA

De los sitiales más oscuros
De aquél rezo inconcluso
Sin saber de ti ni del mundo
Ni de nada conocido, nací.


Luchador desde el inicio
Trovador cansado y sin oficio
La tierra, el vino y tu cariño
¡Que combinación! ¡Qué delirio!


Cual caballero sin fortuna
Sin armadura ni gloria alguna
Así de bendecido por la vida
Desterrado por la muerte misma, viví.


Tanta belleza, tanta osadía
Me matas con sólo mirarme
Aunque aún tus labios
No hayan pasado por aquí.


Hay tanto que decirte
Memorias que aún no existen
Porque esta ausencia tuya
A tenor de mi pluma, me mata.

lunes, 20 de marzo de 2017

DILUVIO EN LA CIUDAD

No había acabado de llover cuando me di cuenta que ya había caminado como 4 cuadras bajo aquel manto fresco de agua bendita. El olor del asfalto mojado llega a ser como una droga que adormece los sentidos y nos lleva de viaje a otros tiempos, a otros escenarios. Los libros se me estaban mojando al igual que las ganas de verte. Era tan curioso sentir que podía sentirte llegar, imaginando el minibús de algún color llamativo como los que se ven a diario en esta ciudad, trayéndote hacia mí. 

Ya parado en medio de aquella plazuela, todo el mundo me miraba desde su escondite lejos de la lluvia, como si las gotas de agua fueran balas de guerra en pleno ataque militar. Imagino que temían enfermarse; yo carecía de tal temor porque ya estaba enfermo por tu ausencia. No obstante, me rehusaba a irme, sin importar el temporal. Mis pies estaban congelándose poco a poco, como si hubieran sabido que ya pasaban de las nueve de la noche y el frío era implacable y tenaz.

Cada minuto moría lentamente tras el anterior, y el anterior, y el anterior. La calle ya estaba más desierta que bar en Semana Santa. ¿Ya llegará? Me preguntaba una y otra vez. Sin embargo, la respuesta parecía tan obvia. No. No llegará. ¿Por qué atreverse a enfrentar el diluvio que acechaba la ciudad y mi corazón aquella noche de otoño?

Antes de irme, le dejé una nota por si algún día decidía aparecer. La nota estaba escrita en un papel que a mi puño y letra decía: "La eternidad que sentí al esperarte bajo la lluvia es la misma eternidad que me gustaría vivir a tu lado".

sábado, 4 de febrero de 2017

NÓMADA



La vida me enseñó que el camino no está siempre dicho, que las huellas no siempre dicen por dónde hemos ido. El factor de reacción es el sentimiento que nos mueve lentamente del colchón, y de vuelta hacia él. Amor o pasión, deseo u obsesión. Lo que quieran llamarle. Al final llegan a ser sólo claros eufemismos nada más. Máscaras de piel y de algodón.

Cada nota en la guitarra que nunca aprendí a tocar, cada palabra de aquellos versos que nunca aprendí a crear, todas forman parte del círculo interminable de vicios y adicciones que con los libros y con sus labios adquirí.

¿Es posible viajar sin equipaje? Puedo afirmar que no. Nadie se lanza al otro lado del mundo llevando sólo lo que trae puesto. Necesitas algo, una prenda, un cepillo de dientes, un sueño, que te recuerde claramente de dónde vienes y te dé una pista hacia a dónde vas. Y así, me puse a pensar en todo el equipaje que llevo en las espaldas a cada uno de mis destinos que hasta el día de hoy se hacen infinitos. Es como hacer un recorrido por cada capital en cada uno de los siete continentes de este mundo variopinto.

No tengo cualidad de sedentario. Me enamora viajar y viajando me he enamorado. Nómada en toda la extensión de la palabra y su sentido. Es ya casi imposible que me asiente en un solo sitio. Es complicado entender el porqué en cuanto me gusta más de la cuenta, en cuanto me enamoran sus bosques y playas, me marcho del último destino al que voy. ¿Cobardía? No. Es solamente mucho más amor por seguir viajando. Quizás muera en mi intento de encontrar la ciudad perfecta, el clima ideal y la vista que quiero grabar en mis retinas por el resto de mis días.

Aunque no lo crean, es triste sentir que después de viajar tanto, no perteneces a ningún sitio. Triste saber que ya ni el whisky sabe igual después de tantos años. ¡Al carajo! Si aquella 500 noches de Sabina, yo las vivo día a día; sin importar que esté volviéndome aún más loco de lo que ya estoy, derrochando, poco a poco, el dinero, la vida y los sentimientos.