Después de viajar tanto, me dí cuenta que los kilómetros recorridos no me llevaron a ninguna parte. No quiero decir que no disfruté de cada lugar. ¡Claro que lo hice! Si ustedes pudieran ver con mis ojos y tener en sus retinas tales recuerdos, estoy seguro de que más de uno saltará de esa silla o de la cama de la pura emoción. ¿Tomé fotografías? No. ¿Por qué? Porque los mejores lentes fotográficos son nuestros mismos ojos. Porque el tomar fotografías significa tener que sacar la cámara, enfocar, ser preciso, y todo eso toma tiempo, tiempo valioso que se pierde en lugar de sólo detenerse, admirar, suspirar y seguir el camino.
He visto amaneceres distintos y aún no encuentro aquél que quiero ver todos los días por el resto de mi vida. Es ese sinsabor que te deja en la boca el saber que disfrutaste de un lugar, pero no fue como te lo imaginabas. Y ¡ojo!, que no quiero decir que todos esos destinos sean pésimos, porque sé a ciencia cierta que cualquiera de ustedes se enamoraría al instante de ellos.
¡Estoy harto! Estoy cansado de seguir viajando. Necesito un respiro, un ¡alto! que me mantenga juicioso y con la cabeza fría para continuar. ¿Cómo dejar de viajar cuando ya tienes los boletos de avión, de tren y hasta de bus en las manos? Necesito desaparecer por un tiempo. Tal vez así limpie mi cabeza de recuerdos y emprenda el último viaje de todos, el definitivo, el viaje a donde me quedaré por el resto de mi vida o lo que me queda de ella. Necesito beber un vaso de agua y respirar.
Te extrañaré y mucho.
¡Sonríe!
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