Cuando el silencio habla más que todas las palabras que hay en tu cabeza, es entonces cuando te das cuenta que la soledad puede ser abrumadora. El reloj de pared antiguo no deja de sonar y cada tic-toc llega como un letal martillazo directo en la sien. Aunque hay luz, la oscuridad te abraza. Aunque en la calle parezca haber vida, tu mundo yace inerte dentro de ti, ¿De qué te sirve tener todo si se siente como nada? Bocanadas agrias de nada, saladas por las lágrimas que ya no puedes llorar.
Si te pidiera que despiertes, sé que no lo harías. Tu orgullo es tan grande que piensas que es sólo una etapa más, que hay días así. A veces, nuestra ceguera es grande, profunda, agobiante; pero pese a todo eso nos negamos a ver que hay muchas más cosas que nos pueden hacer felices de verdad. A veces, nos sentimos más dichosos cuando no tenemos mucho. ¡Claro! Parece que así el mundo nos quiere más.
Cuando escuché a Gary Vaynerchuk decir que el éxito trae soledad, no le creí. Que emprender es más difícil que ser empleado, tampoco le creí. Sin embargo, hoy que comienzo a ver el camino diferente me doy cuenta que necesito que lo que dijo no sea verdad. ¿Crees que estoy exagerando? Tal vez sí. Tal vez no. Tal vez tu situación sea mejor que la mía, tal vez peor. Pero sea cual sea la realidad, hay algo que nunca dejará de ser cierto: el éxito y la soledad bailan al compás cual vals de bodas, mirándose a los ojos, enamorándose cada vez más, hasta que la muerte los separe o los una por la eternidad.