Llegará el día en que los años pesen sobre nosotros y que sobre aquellos cándidos recuerdos de niñez, estén los varios matices que dibujaron de cuerpo entero nuestra adultez. ¿Estamos listos para aquel momento? Si el horizonte se hace cada vez más lejano mientras avanzamos en nuestr humilde barca llamada "vida", ¿ qué pasará cuando lleguemos a tierra? ¿Acaso es el fin? ¿Habremos alcanzado el limbo ideal al cual otros llaman "el más allá"?
A veces, sin siquiera saberlo, pasamos de largo todos los momentos maravillosos que hicieron brillar nuestros ojos en juventud. ¿Quién hizo semejante magia? Pues, los personajes míticos y de leyenda, nuestro superhéroe; aquél íntegro mortal que se hizo inmortal en nosotros: nuestros padres.
Al unísono verseando a Facundo Cabral cuando canta:
Un sendero que nos mostró y que ahora debemos seguir. |
"La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez."
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.
La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez."
“Ya no se acuerdan de mi; ni mis
hijos me llaman”, expresa con tristeza Alberto Quintanilla, un hombre de 77
años que se dedica a la carpintería en un pequeño taller instalado en su casa
cerca de Tembladerani. Así como Alberto, existen varios hombres que ya fueron
puestos en el olvido por el tiempo y, aún peor, por sus propias familias. Se puede percibir el aire frío alrededor de aquellos
padres que ven pasar los días en soledad y con el enorme desafío de sobrevivir.
Algunos trabajan a pesar de pertenecer ya a la tercera edad, otros, en cambio,
no pueden hacerlo y dependen de la renta que proporciona el gobierno que, si
bien cubre algunos gastos, no les basta para poder vivir en “dignidad”.
Cerca de la plaza Riosinho, en la
zona norte de la ciudad, abordé un taxi cuyo conductor era un hombre respetuoso,
con algunos hilos plateados en su cabellera y mirada dulce. Cristóbal Choque,
oriundo de la ciudad de Potosí, comenta con cierta tristeza y a la vez con un
tono de resignación en su voz que su esposa murió hace 5 años y que desde
entonces el debe trabajar “taxiando” de día y a veces algunas noches para poder
pagar su renta y algo de comida. Cristóbal tiene un hijo de 33 años al cual ve
con poca frecuencia. Si bien su hijo es profesional y trabaja, no colabora con
su padre en gastos y lo visita muy poco. “Ya ha pasado el tiempo y yo cumplí mi
labor; hice casi todo lo que tenía que hacer por él. La vida se acaba para mi y
pues no puedo ir y molestarlo cuando el esta con su familia (esposa e hija).
Prefiero no ser una carga y ganarme mi platita yo solo”, dice.
De la misma forma existen varios
hombres que pasaron casi todos los días de su vida al cuidado de sus hijos; que
los vistieron y educaron; que “se rompieron el lomo” para sacarlos adelante y
formarlos para que esos hijos puedan defenderse solos en la vida. Padres de
clase media, media baja y hasta padres de clase alta sufren esta congoja y aún
más en estas fechas creadas por el hombre para celebrarlos. Sin embargo, hay otros
padres que piensan muy poco en esta fecha y prefieren vivirla lo más normal
posible; sin regalos, tarjetas o cosas materiales que “demuestren” todo el
cariño que sus hijos sienten por ellos. Tal es el caso de Santiago Cortéz,
auditor de profesión y con más de 30 años de experiencia como funcionario
público, relata que a lo largo de su vida poco o nada le importaron los regalos
en este tipo de celebraciones. “A mi no me interesan nada los regalos ni nada
material en estas fechas. Prefiero mil veces que mis hijos (Nicolás de 23 y
Soledad de 21) sean personas de bien y responsables consigo mismos. Para mi el
mejor regalo de día del padre es saber que mis hijos llevan una vida ordenada y
que son personas responsables, con valores y útiles a esta sociedad”, afirma
con certeza el Licenciado Cortéz.
Mientras van pasando los años, la
juventud va olvidando aquellos valores de antaño que nuestros abuelos
inculcaron en nuestros padres; aquellos valores de respeto, solidaridad y amor
incondicional que forjaron la vida de los hombres que nos engendraron. El
tiempo no se detiene ante nada, y la vejez llega a nuestras vidas tarde o
temprano. A los padres que ya “cumplieron su labor”; a aquellos que sólo les
falta esperar en su lecho a la muerte; a todos aquellos padres que sufren “más
dura de las dictaduras”, a todos ellos se les debe un profundo respeto y
vehemencia por todos los días que trabajaron por que sus hijos tuvieran un
mejor futuro. En las palabras del cantautor argentino, Facundo Cabral, “La
vejez... es la antesala de lo inevitable, el último camino transitable. (…) La
vejez... es todo el equipaje de mi vida, dispuesto ante la puerta de salida por la que no se puede ya volver.” Honremos
a nuestros padres, démosles un abrazo y un “te quiero” mientras podemos aún
sentir sus latidos y el calor de un fuerte abrazo. A mi padre, con amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario