El
horizonte resplandece cual candor sublime que embelesa cada minuto de
existencia sobre este nuevo mundo al cual fuimos delegados hace ya años atrás.
Mientras mi embarcación sigue su curso con las velas altas sobre los cielos y
el timón rígido hacia una misma dirección; siento al corazón gritar. Un llanto
que quebranta las gotas de rocío al amanecer, clamor vehemente que atraviesa
todo límite y, sin querer, toca mis oídos lentamente y sucumbe mi interior. ¿Será su voz? o ¿sólo será lo que yo creo escuchar? Cada
minuto, cada momento que creo saber lo que dice, las palabras borrosas penetran
mi cabeza y anclan con fuerza en el muelle de mis rescuerdos. ¿Será mi temor?
La
soledad no es parte de mi tripulación, bueno, eso es lo que creo. Lo que sí es
cierto es que el barco esta medio vacío a consecuencia de bravas e indomables tormentas que hicieron atroces movimientos y lograron echar parte de mi tripulación. El sol candente que provoca una sed
de amor y cariño hizo fallecer otra parte de la misma. La respuesta vendrá en
el siguiente muelle; personas distintas las cuales abordarán mi navío,
emociones distintas que viniendo de tierras extrañas son suficientemente
atractivas y hacen posible el sueño de cualquier marinero. No deseo planear el viaje, ni mucho menos imaginar las olas que quisiera surcar; más al contrario, dejaré que el camino dibujado en el mar me sorprenda. Sólo le pido a Dios
ser mi brújula y guiarme por buenas aguas, le pido guardar la mejor comida y
los más sublimes placeres para este hombre sediento de amor. Sólo le pido que
mantenga a este ser con el corazón sencillo, loco pero precavido, amable y
cariñoso, sin desfallecer, sin permitir que aquella sólida voluntad se quebrante en el viaje. Estoy listo, listo y con la convicción de no rendirme jamás y pelear la dura, pero importante batalla, hasta derramar la última gota de sangre y
sudor.
¿Tú estás en este viaje?
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