Porque cada experiencia enriquece nuestro conocimiento;
y cada letra encierra una gota distinta del caudal de sentimientos que tiene un escritor.

viernes, 2 de octubre de 2015

SI DE ALGO ESTOY SEGURO

Nubes de un color más oscuro que el de tus ojos reflejaban en los míos todos aquellos anhelos que ya había dejado atrás el momento que te marchaste de mi vida. El viento ya no era el mismo, quemaba mis entrañas, y de las tantas mañanas que compartimos sólo quedaban las sábanas frías, el café helado y mis lágrimas secas por tu ausencia. 

¿Habré soñado tu rostro en alguna de mis tantas noches de bohemia y ron? No lo creo. De ser así volverías a mí con cada vaso y al compás de la música que tanto te gustaba. ¡Ya sé! Te imaginé, como imagino siempre las cosas más bellas que superan la belleza de este planeta; te imaginé y te dibujé en mi mente y en mi piel mejor que si lo hubiese hecho Van Gogh, Sabina o Picasso. De una u otra manera, el conocerte me demostró que sí existe vida después de la muerte ya que antes de ti yo andaba en un mundo sin sol ni calor, muerto e inerte día tras día; era un prisionero sin tierra ni nación alguna que quisiera cobijarme en su seno cálido. Sin embargo, no me equivocaría jamás si afirmara rotundamente que tú me liberaste de mí mismo, fuiste el indicador que separó mi vida en un antes y un después no sólo por lo que me enseñaste, sino, también, por las cosas que aprendí al verte cada mañana y, aún mejor, cada noche. 

Como dijo Octavio Paz “la imaginación es la espuela del deseo, su reino inagotable e infinito”. He ahí la razón del porqué inundaste mi cabeza con tu cuerpo y tu piel desde el primer momento en que mis ojos te vieron. Estoy seguro que ahora que te has ido te alegraría saber que fuiste tú y sólo tú quien encendió la mecha que hizo estallar mi ardiente y apasionada imaginación que ya había conocido tu piel mucho antes de la primera vez que hicimos el amor. 

¿Recuerdas la primera taza de café que bebimos juntos? Estoy seguro que sí. Estoy aún más seguro que tus nervios te escandalizaban en silencio ahí sentada en mi viejo sillón. Hablamos de todo y de nada al mismo tiempo; no creí que el tiempo existiera en aquel espacio intermitente que bordeaba la realidad y sobrepasaba el ensueño. ¿Sabes? Con cada sonrisa tuya, mi aliento se volvía cálido, la amargura de mi cuerpo sin vida se llenaba de dulzura. No estoy seguro de que me haya enamorado de ti en aquel momento o si ya lo había hecho mucho antes de conocerte; pero de algo sí estoy seguro, de que me enamoré de ti. 

El papel y mi tinta ahora ya no podrán verte más, no obstante mi voz seguirá viajando en silencio a través del viento y el tiempo hasta tus oídos. Ahora el reloj volvió a cobrar vida y, al marcharte tú, los minutos volvieron a apuñalarme por la espalda noche y día, aún más cuando deseo conversar contigo en mi soledad. Sin embargo, prometo volver a escribirte y retratar en cada palabra lo que vivimos juntos; inmortalizar tu esencia en mi piel a través de mi pluma para que el mundo entero sepa que si de algo estoy seguro, es de haberte amado con locura y desenfreno, sin tedio ni temor. En fin, que sepan todos, propios y extraños, que te he amado con pasión exorbitante, con premeditación. Y que sepan también que mi cama te extraña tanto como te extraño yo.