Este es un escrito que redacté el 24 de Marzo de 2011. Era un jueves muy tranquilo, matizado por algunas gotas de lluvia que caían lentamente, una tras otra, en la ventana del bus que me llevaba a casa. Al llegar a mi destino, cogí un lápiz y deje que mi mente, en conspiración con mi corazón, tomarán el control y plasmaran en papel las siguientes líneas...
"¿Será
parte de nuestras vidas el que tengamos que encontrarnos con situaciones tan
cruciales que cambien todo nuestro entorno?
Iba
caminando tranquilamente una mañana con dirección hacia aquel pequeño, pero
cómodo gimnasio –parecido al que Rocky tenía en sus gloriosas películas--
cuando me puse a pensar en qué era lo que estaba haciendo mal. Nunca pensé
sentirme tan preocupado sobre algo que me estuviera ocurriendo; los días
pasaban casi ya por inercia. De repente, al cruzar aquella calle cubierta de
adoquín y, en ciertas partes, por rastros que algunos entes dejaban a su paso, una
palabra vino a mi mente: CAMBIO.
No
pensé en rendirme sumiso a mi orgullo aceptando que todo lo que hacía lo
hacía en un 50% de todo mi potencial; me negaba a ver la realidad. Sin embargo,
reparé en concluir que todo provenía de un motivo anterior. ¿Acaso me había
decepcionado tanto de las personas? ¿O de mí mismo?
De
una u otra manera, mi actitud tendía a decrecer más y más cada vez que el sol
dormía allá en el horizonte. Fue entonces, justo antes de empujar aquella
puerta de vidrio y metal, cuando dije: “Necesito hacer algo al respecto”.
Los minutos pasaban y mi mente trabajaba a mil por segundo, tanto como si fuera
una locomotora que corre a más de 250 km por hora. Pasé al pequeño vestidor a
despojarme de varios prejuicios que necesitaba alejar de mí, mientras una
canción con ritmo arrollador sonaba a trasfondo. Me puse en marcha a calentar
cada uno de los músculos de mi cuerpo con la mente concentrada en lo que tenía
que concluir; los minutos parecían años mientras lo hacía. Cuando ya empecé a
levantar aquellas pesas que me llevarían a desahogar todo el “stress” que tenía
acumulado, saqué mi primera conclusión: “Este hombre no soy yo”. Daban
las 11:50 de la mañana, Eric Clapton me cantaba sus penares por una mujer
llamada Leyla y al mismo tiempo mis ojos se iban para arriba mirando en el aire
la figura hermosa de aquella mujer, que al igual que a Clapton, me había traído
loco por mucho tiempo. La segunda conclusión que saqué fue: “No llegaré muy
lejos con esta actitud”, y obviamente estaba en lo cierto ya que una vida
mediocre me llevaría a un fatídico mediocre final. Entonces fue cuando deje
caer aquellas mancuernas, hechas de hierro puro, al piso. Me puse de pie y
caminé hacia mi casillero con la mirada alegre y sonriendo porque algo en mi
había cambiado de rumbo. Me había decidido a mejorar cada uno de mis días para
así concretar de manera saludable mi existencia y que mis memorias y mis logros no perezcan en la inmensidad.
Ya camino de regreso a casa, veo a mi
alrededor varias personas con rostros que denotaban cierta preocupación. En
algunos, la alegría parecía haberse esfumado y era notoriala falta de felicidad; ojos que parecían estar
viviendo por vivir. Todos caminaban en varias direcciones sin levantar la cabeza.
¿Habrán ellos
encontrado la respuesta como yo? ¿Seguirán perdidos en el abismo profundo de la disconformidad? ¿Será mucho el tiempo que pase hasta que ellos
lo hagan y así todos vivamos mejor?"